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Una negociación con demasiadas líneas rojas

5 de junio de 2025

Publicado en

Diario de Navarra

Andrea Cocchini |

Profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Navarra

Hoy se celebra el Día mundial del medio ambiente cuyo tema este año es la contaminación por plástico. Están previstas más de 1.200 actividades en todo el mundo, para concienciar a toda la ciudadanía de la importancia de reducir la generación y los residuos plásticos. 

Tras Arabia Saudí, país cuyo historial de preocupación por el destino del medio ambiente es bien conocido, este año el país anfitrión es Corea del Sur. Allí, en diciembre del año pasado, tuvo lugar la que debía ser la última ronda de negociaciones del primer tratado específicamente dedicado a la contaminación por plásticos impulsado por la ONU. Sin embargo, a fecha de 5 de junio, las delegaciones nacionales siguen las conversaciones, estando prevista la próxima sesión del Comité intergubernamental de negociación encargado de redactar el borrador del tratado para el próximo mes de agosto en Ginebra.

Mientras numerosos voluntarios bien intencionados invierten su tiempo para concienciarnos sobre este problema, los delegados seguirán negociando en Ginebra la base de un documento (el “texto de la Presidencia” redactado por el presidente del denominado Comité intergubernamental de negociación tras la sesión en Corea) que muestra la brecha existente entre las ambiciones iniciales y lo que se está barajando ahora.

Todo empieza en marzo de 2022, cuando la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (la institución más importante en este ámbito de la que son miembros 193 estados) adoptó la resolución 5/14 titulada, con cierto optimismo, “Acabar con la contaminación por plásticos”. En ella, la Asamblea solicitaba al Comité intergubernamental de negociación elaborar el primer tratado internacional jurídicamente vinculante para luchar contra la contaminación por plásticos. Más en concreto, la resolución pedía al Comité un texto que abordara el ciclo de vida completo del plástico (extracción, producción, diseño y eliminación) y que promoviese la producción y el consumo sostenible, incluso mediante enfoques de economía circular.

Sin embargo, desde que comenzaran las conversaciones, el grupo de los “Like-minded” (que reúne a un número indefinido de estados extractores de crudo y productores de plásticos, entre ellos Rusia, India, China o Arabia Saudí), ha trazado cada vez más líneas rojas en cuestiones clave para que el tratado pueda contribuir de verdad a combatir la contaminación plástica. Asuntos capitales, como la reducción a niveles sostenibles en la producción de polímeros plásticos (PET, PVC, polietileno, etc.) o la renuncia progresiva al uso de aditivos (estabilizantes, colorantes, retardantes de flama, etc.) que contienen sustancias químicas peligrosas, probablemente no se incluirán en la versión final del acuerdo. O de introducir alguna disposición sobre ellos, el lenguaje y los términos empleados permitirán a cada país interpretarla de la manera que más le convenga.

Por tanto, no debe extrañarnos que uno de los pocos puntos sobre los que parece haber cierto consenso entre los delegados nacionales sea el de la gestión de los residuos plásticos. Es cierto que centrarse en la sola fase de manejo de la basura plástica es una manera más concreta y rápida de enfrentarse a la lacra de la contaminación por plásticos. No obstante, creo que conformarse con este objetivo traicionaría las expectativas de quienes queremos proteger nuestro entorno y dejar de ingerir una cantidad semanal de nano-plásticos equivalente a una tarjeta de crédito.

Dar prioridad a la gestión de los residuos plásticos sería un planteamiento modesto y miope a la vez. Modesto, porque estamos hablando de residuos plásticos, es decir de basura ya generada y presente alrededor de la que tenemos que librarnos. Miope, porque equivaldría a fregar el suelo mientras el grifo sigue abierto, dado el aumento previsto en la producción de nuevos productos plásticos para los próximos años. Resignarse a regular, en todo el ciclo de vida del plástico, la sola fase de su gestión significaría cerrar un acuerdo de mínimos, por detallada que sea su regulación normativa. En opinión común entre los expertos, la reducción gradual e, idealmente, la prohibición de la producción de nuevos polímeros plásticos sería la única solución realmente eficaz para mitigar la contaminación por plásticos.

Mientras tanto, celebremos este Día mundial del medio ambiente esperando que las “oraciones sinceras” que pidió el delegado de Bután, Sachin Limbu, subdirector del departamento de medio ambiente del Ministerio de Energía y recursos naturales, en las últimas negociaciones en Corea den su fruto, y en agosto próximo los negociadores logren consensuar un borrador final del tratado y, sobre todo, un texto más ambicioso del actual.