02/06/2025
Publicado en
Diario de Navarra
Alejandro Aranda Ruiz |
Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, una serie sobre artistas navarros.
En 1776 fallecía en Pamplona el pintor Pedro Antonio de Rada. Nacido hacia 1706 en Vitoria o Calahorra, su presencia en Pamplona se documenta por primera vez en 1736, cuando con cerca de veinte años se hizo cargo de pintar cuatro grandes lienzos para la capilla de San Fermín. A partir de entonces, Pedro Antonio hizo de la cabeza del reino navarro su patria, donde se convertiría en el principal pintor de las décadas centrales del Siglo de las Luces. Tal y como señala Morales Solchaga, su muerte «puso punto y final a la pintura barroca producida en el foco pamplonés».
Los Rada: una familia de pintores vinculada a La Rioja y el País Vasco
Aunque de procedencia desconocida, no cabe duda que Pedro Antonio nació en una familia de pintores, en cuyo seno aprendería el oficio. Gutiérrez Pastor identificaba en su tesis doctoral al pintor Eugenio Rada y a su hijo, Domingo de Rada, nacido en Santo Domingo de la Calzada, como hermano y sobrino de Pedro Antonio. Algunos miembros de esta estirpe, que desempeñarían el oficio de pintores hasta bien avanzado el siglo XIX, alcanzaron cierto prestigio, como el citado Domingo de Rada, quien llegó a trabajar en Bilbao bajo la supervisión de Luis Paret. Asimismo, otros miembros de esta familia también dejaron su impronta en algunas localidades de Navarra, pero fue Pedro Antonio quien, al establecerse en Pamplona, llegó a ser el primer pintor del taller pamplonés. Tras su muerte, su hermano Manuel se hizo cargo de los trabajos que hubiera realizado Pedro Antonio.
Protegido por el obispo y solicitado por las élites
Al establecimiento de Pedro Antonio de Rada en Pamplona contribuyó sin duda la protección de Gaspar de Miranda y Argáiz, quien entre 1742 y 1767 ocupó el cargo de obispo de Pamplona. Y es que si por algo se destacó este prelado fue por la protección y amistad con las que distinguió a algunos artistas, como el calagurritano Diego de Camporredondo, de quien llegó a afirmar en 1759 que no había «otro de más habilidad, seguridad y satisfacción». En consecuencia, no es de extrañar que Pedro Antonio participase en empresas particulares de Miranda, como en el dorado del retablo de San Francisco Javier (1742) que el obispo levantó en su capilla familiar de la parroquia de Santiago de Calahorra con trazas que Camporredondo envió desde Toledo.
Establecido en Pamplona, Pedro Antonio de Rada logró consagrarse como uno de los pintores de cabecera de las élites e instituciones de la capital. De esta manera, trabajó para las principales personalidades de la capital, como el citado obispo Miranda y Argáiz o el prior de la catedral de Pamplona, Fermín de Lubián, vinculado a las familias más importantes del reino. La Diputación del Reino, el Ayuntamiento de Pamplona o el cabildo de la catedral fueron otros de sus clientes habituales, junto a parroquias y conventos.
Un artista polifacético
Una de las principales razones de la popularidad de la que gozó Pedro Antonio de Rada durante su vida fue su carácter polifacético o si se quiere, su capacidad de combinar diferentes habilidades en aras a satisfacer las necesidades artísticas de sus clientes. Y es que este pintor podía responder con bastante suficiencia a cualquier reto que se le plantease y en el que entrase en juego el uso del pincel. En consecuencia, en Pedro Antonio se dan cita el pintor de caballete, el dorador/policromador y el decorador.
Es posible que la faceta de Pedro Antonio de Rada como dorador y policromador sea la mejor conocida, especialmente en lo que se refiere al dorado y policromía de los numerosos retablos y esculturas con las que se dotaron numerosos templos navarros durante aquellas décadas del siglo XVIII. Así, en 1749 se hizo cargo del dorado y policromía del retablo del oratorio del palacio episcopal de Pamplona que acababa de realizar José Pérez de Eulate y en 1761 firmó el contrato del dorado del retablo mayor de Lodosa que había levantado Diego de Camporredondo. Asimismo, en 1772 doró y policromó la imagen de San Saturnino y sus andas realizadas por el escultor Manuel Martín de Ontañón y el carpintero Matías de Andrés y que a día de hoy siguen procesionando por las calles de Pamplona cada 29 de noviembre.
Pero además de retablos, Pedro Antonio era capaz de decorar con pintura todo elemento mueble susceptible de ser decorado. En nuestra tesis doctoral pudimos comprobar la participación de Rada en la decoración de piezas relacionadas con el ceremonial y la representación del Ayuntamiento de Pamplona. De este modo, en 1736 y 1755 pintó los paños de los clarines del consistorio, así como los escudos para decorar varios palios, como el realizado en 1738 para la entrada de la reina Mariana de Neoburgo o el confeccionado en 1771 para la procesión del Corpus. El mástil del estandarte con el que en 1759 los regidores navarros proclamaron a Carlos III también recibió los colores de Pedro Antonio de Rada. En 1779 nos lo encontramos pintando un elemento simbólico tan importante como la bandera de la ciudad.
Decorador y autor de arquitecturas efímeras
Estrechamente relacionado con su labor como dorador y policromador, están sus trabajos como decorador. En este sentido, Rada llegó a estar presente en casi todos los proyectos de envergadura que se realizaron en la Pamplona de su tiempo. Destaca su colaboración con el adornista Silvestre de Soria, quien llegó a trabajar en las labores de decoración del Palacio Real nuevo de Madrid. Ambos trabajaron estrechamente en la catedral de Pamplona en proyectos como la redecoración de la sacristía (1760-1766), sala capitular (1765) y biblioteca (1767), en donde Rada policromó y doró el rico mobiliario diseñado por Soria. En 1767 trabajó en la policromía y dorado de la decoración rococó que este autor realizó para la sacristía de Viana. La Diputación del Reino también recurrió a sus servicios, como en 1745 cuando participó en la redecoración de la sala de la Diputación. Gracias al profesor Fernández Gracia sabemos que Pedro Antonio de Rada también decoraba piezas suntuarias, como carrozas, encargándose del coche de su protector Miranda y Argáiz.
En lo que a piezas de arquitectura efímera se refiere, Rada pintó varios monumentos de Semana Santa, como el de la catedral en 1741 y 1745 o el de Miranda de Arga en 1768. Según la Crónica del convento de Capuchinos Extramuros de Pamplona, también se encargó de realizar varias obras con motivo de las canonizaciones de santa dominica Catalina de Riccis (1747) y de san Serafín de Montegranario y el beato Bernardo Corleone (1768), ambos capuchinos.
Retratista y pintor de historia
Sin embargo, si por algo se destacó Rada fue por la pintura de caballete, en la que cultivó diversos géneros pictóricos, como el retrato y la pintura de historia.
En lo que atañe al retrato, Rada recibió encargos de distintas personalidades e instituciones. En este sentido, pintó numerosos retratos reales para corporaciones como el Ayuntamiento de Estella, para el que elaboró los retratos de Bárbara de Braganza (1746), Carlos III y María Amalia de Sajonia (1759), la Diputación del Reino, para la que pintó los retratos de Fernando VI y Bárbara de Braganza en 1760 o el Ayuntamiento de Pamplona, para cuya ceremonia de proclamación real en 1759 elaboró el retrato de Carlos III. Asimismo, también retrató a personalidades del reino, como el obispo Miranda y Argáiz, de quien hizo varios retratos, uno de ellos para la parroquia de San Andrés de Calahorra, o el prior de la catedral pamplonesa Fermín de Lubián, que se conserva en el Ayuntamiento de Sangüesa.
Por su parte, es la pintura de historia y concretamente la religiosa la que engrosa la mayor parte de la producción de Pedro Antonio. Además de los lienzos realizados en 1736 para la capilla de San Fermín, se pueden citar numerosas obras, como las pinturas de San Emeterio, San Celedonio, San Saturnino, San Francisco de Sales y San Ildefonso que realizó en 1748-1749 para el oratorio del Palacio Episcopal de Pamplona o el gran lienzo de San Cristóbal que pintó para la catedral de Pamplona en 1774.
Pedro Antonio de Rada fue capaz no solo de pintar imágenes aisladas, sino ciclos enteros, concebidos en ocasiones como parte de proyectos decorativos más amplios. En 1762, en el contexto de la redecoración de la sacristía de la catedral de Pamplona, pintó las escenas de la Creación, el Pecado Original, la Presentación de la Virgen, la Anunciación, la Adoración de los Pastores, la Huida a Egipto, Jesús con los Doctores, la Dormición de la Virgen, la Asunción, el Prendimiento, la Flagelación, la Cruz Acuestas, la Piedad, la Resurrección y la Ascensión. Poco después, hacia 1765, realizó una serie de la vida de San José para los carmelitas descalzos de Pamplona, estudiada por Fernández Gracia, en la que hizo gala de su manejo de estampas de diferente procedencia y cronología. Asimismo trabajó en los lienzos que decoran la capilla de la Virgen de los Dolores en los Carmelitas Descalzos de Tarazona.
En estas obras Pedro Antonio de Rada hace gala de un gran conocimiento de la estampería y del grabado europeo desde el siglo XVI, de donde a menudo toma sus modelos. Aunque de calidad modesta, el autor no realiza copias literales, sino que es capaz de componer una escena tomando referencias de aquí y de allá e introduciendo después pequeñas variaciones. En este sentido, destaca la presencia de pequeños bodegones en algunas de las pinturas de la sacristía de la catedral.
En suma, Pedro Antonio de Rada fue un pintor con proyección regional, a la vez resolutivo y, como decíamos, capaz de satisfacer los gustos de sus clientes con una pintura grandilocuente y de colores vívidos y brillantes.