25/11/2024
Publicado en
The Conversation España
Leire Labaka Zubieta |
Catedrática de Tecnun-Escuela de Ingeniería de la Universidad de Navarra, Universidad de Navarra
Las noticias e imágenes devastadoras que nos han llegado incesantemente desde las comunidades autónomas gravemente afectadas por la reciente dana nos recuerdan que las crisis son inevitables y que, por mucho que intentemos prevenirlas, siempre ocurrirán, de una forma o de otra.
Una crisis, por definición, es un evento que ocurre inesperadamente, altera la situación normal generando consecuencias devastadoras y requiere de recursos extraordinarios para afrontarlo. Las características que convierten una emergencia en crisis son la magnitud y lo inesperada que puede ser una situación.
Por todo ello, y basándome en el prestigioso libro Managing the Unexpected de Karl E. Weick y Kathleen M. Sutcliffe, considero importante reflexionar sobre la gestión de la reciente dana. Este libro define los cinco principios que permiten gestionar de manera efectiva situaciones inesperadas como ha sido esta catástrofe.
Primer principio: preocupación por el fallo
El primero es la preocupación por el fallo. Es necesario estar constantemente en alerta, monitorizando la situación, para poder anticipar cualquier fenómeno que pueda desencadenar en una crisis. Hoy en día tenemos sensores instalados los ríos que nos alertan de las crecidas y así prever una posible inundación.
De la misma forma, los modelos meteorológicos actuales nos ayudan a anticipar con gran precisión fenómenos meteorológicos extremos que pueden derivar en una crisis. Además, el sistema ES-Alert de alerta temprana a la población que se implantó en octubre de 2022 en España permite alertar del riesgo a la sociedad y dar órdenes sobre las acciones que deben tomar para garantizar su seguridad.
Sin embargo, para que todas estas herramientas sean efectivas todavía se requiere de la presencia del ser humano con el fin de interpretar los datos y los resultados que se obtienen y así tomar las medidas necesarias. En el caso de la dana, las tecnologías advirtieron de una situación extrema, pero la alerta a la población no llegó con suficiente antelación para tomar medidas y evitar víctimas.
Segundo principio: reticencia a simplificar
Las crisis son eventos complejos: resulta difícil predecir dónde y cuándo van a ocurrir y cómo van a propagarse a lo largo de la ciudad o región. Además, la alta interconexión entre las infraestructuras críticas facilita la propagación del evento, afectando a los suministros esenciales tales como la energía, el agua, el transporte y las telecomunicaciones, lo que agrava aún más sus impactos.
Las lluvias torrenciales de la reciente dana generaron inundaciones y torrentes que afectaron a los servicios críticos (telecomunicaciones, energía y transporte) y ello dificultó aún más conocer la magnitud de la crisis y la comunicación bidireccional entre los servicios de emergencias y los ciudadanos. A la hora de gestionar el evento, no se tuvieron en cuenta los efectos en cascada que podían causar las lluvias torrenciales río abajo y la afección a las infraestructuras críticas.
Por ello, a la hora de implementar medidas de prevención es necesario adoptar un pensamiento sistémicoque permita visualizar los efectos en cascada que van afectando a los sistemas que son interdependientes entre sí y establecer medidas de contención, incluso sistemas redundantes, tales como generadores o redes redundantes que permitan mantener los servicios críticos.
Tercer principio: sensibilidad hacia las operaciones
El tercero es el de la “sensibilidad hacia las operaciones”. Es necesario asegurar que todos los protocolos y procedimientos se cumplen de forma adecuada. Las responsabilidades y las actuaciones que debe implementar cada agente en cada situación están detalladamente definidas en los planes de actuación ante emergencias. Sin embargo, algunas veces los gestores de crisis alargan lo máximo posible antes de establecer niveles de alerta máximos debido a que dichos niveles llevan consigo prohibiciones en la vida cotidiana de los ciudadanos.
Por su parte, la ciudadanía también juega un papel relevante a la hora de cumplir las recomendaciones y actuaciones que se sugieren desde los servicios de emergencias. En el caso de la dana, aunque la AEMET pasó el aviso a nivel máximo a las 08:04 horas de la mañana y la Confederación Hidrológica del Júcar emitió varias comunicaciones y notificaciones desde las 12:00 hasta las 19:00 horas sobre los caudales de los ríos, la alerta a los ciudadanos no llegó hasta las 20:00 horas.
Cuarto principio: compromiso por la resiliencia
Es necesario desarrollar capacidades que faciliten la improvisación y la adaptación a situaciones desconocidas, tomando decisiones con poca información y conocimiento de la situación. Por ello, en el caso de la dana hemos visto continuamente cómo se improvisaban medidas. Aunque la improvisación lleva consigo cometer errores y tener que rectificar, es importante tomar decisiones sobre el problema de forma coordinada para poder responder y recuperarse lo antes posible.
Quinto principio: deferencia a los expertos
Es importante que aquellos que tienen el conocimiento sobre el potencial problema puedan tomar las riendas a la hora de establecer medidas de actuación. En el caso de la Generalitat Valenciana, AEMET es la agencia que avisa del fenómeno meteorológico que puede derivar en catástrofe y las confederaciones hidrológicas disponen de los datos de los caudales de los ríos, pero es responsabilidad del gobierno autonómico –a través de protección civil y de los gestores de emergencias–, implementar el nivel de alerta necesario y comunicarlo a la sociedad.
Estas tres entidades no están bajo un mismo paraguas, lo que dificulta la coordinación y la toma de decisiones adecuadas. En algunas comunidades autónomas como el País Vasco, la agencia de meteorología EUSKALMET y el servicio de emergencias del Gobierno Vasco (112) están dentro de un mismo departamento, lo que facilita el intercambio de información y un mejor entendimiento de la gravedad de la situación.
La crisis ya ha ocurrido y ahora lo urgente es tomar medidas para una pronta y adecuada recuperación de los territorios afectados. Medidas económicas, técnicas y de infraestructuras, organizativas, sociales y medioambientales son necesarias para garantizar un próspero futuro para estos municipios. Las regiones resilientes son aquellas que son capaces de aprender y salir fortalecidas de una crisis.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.